Fernando de los Ríos y la importancia de 1848
Desde Granada, y en noviembre de 1923, Fernando de los Ríos recordó la importancia que supuso el año 1848, es decir, el año de la Revolución de la que se ha denominado la “primavera de los pueblos”, pues consideraba que los socialistas eran herederos de aquel espíritu. El intelectual y socialista español estaba incidiendo en el profundo calado social de la última gran Revolución liberal.
Y quería hacerlo porque quería que todos los que tuvieran sensibilidad para percibir el sentido histórico del “luminoso año 1848” debían rememorar ese recuerdo, y porque no había otro momento político de igual trascendencia en la vida europea durante el siglo XIX, porque para que hubiera algo análogo a lo que pasó en aquel año habría que esperar a 1917. Y quería recordarlo frente a los que evocaban aquella fecha con menosprecio o porque se creían “servidores de más amplios ideales de libertad”.
Los socialistas, en su opinión, eran herederos del espíritu “jugoso y humano” de aquel movimiento, considerado como el último esfuerzo creador del siglo XIX. El año 1848 suponía una especie de enriquecimiento de la libertad a través del derecho al sufragio universal y del derecho de asociación, pero como se buscaban anhelos mayores de justicia, se añadió a estos dos derechos, el del trabajo, y se planteó una nueva forma de organizar el trabajo a través de los “talleres nacionales” que, como sabemos, se establecieron en Francia con la llegada de la Segunda República.
De los Ríos recordaba que aquellos habían sido los días en que Proudhon, Víctor Considerant, Fourier, Pierre Leroux y Louis Blanc aportaron sus visiones de nuevas finalidades sociales. Era la época en la que comenzaba a meditarse sobre la obra de Buret, De la miseria de las clases trabajadoras en Inglaterra y Francia, que se había publicado en 1840. Pero, sobre todo, fue el momento en el que empezaban a calar las ideas del Manifiesto de Marx y Engels, que había sido redactado unas semanas antes de la Revolución de febrero de 1848.
Esa Revolución había traído la Constitución de 1848 en la que se planteaba que el Estado tenía unas obligaciones, “aún incumplidas”, y que no eran otras que poner el alcance de cada individuo la educación indispensable, establecer una asistencia fraternal, y asegurar la existencia de los ciudadanos necesitados, bien fuera procurándoles trabajo en los límites de sus recursos, ya dando, si la familia no podía, una ayuda a los que no estuvieran en disposición de trabajar. En ese año el liberalismo se habría replegado, y sin dejar de afirmar el valor de la conciencia individual, comenzó a ver en la organización económica y social “vicios de estructura” que favorecían la persistencia de privilegios injustos y facilitaba la “servidumbre efectiva de los más”. El liberalismo, en su opinión, empezó en ese momento a adquirir una sensibilidad social pero que no se había visto en España. Es verdad que en 1869 habían surgido nuevas formas de libertad política en el país, pero que solamente habían sido respetadas, en un ejercicio del absurdo, a condición de que no fueran utilizadas. Para Fernando de los Ríos 1848 merecía un profundo respeto, en conclusión.
Hemos trabajado con el número 4610 de El Socialista, del día 17 de noviembre de 1923.
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