Joaquín Mencos y la viabilidad del socialismo

Historia

A Joaquín Mencos hemos recurrido muchas veces en El Obrero, destacado abogado y masón, sindicalista ugetista entre los abogados, y socialista en Madrid. Mencos escribió sobre muchas cuestiones vinculadas al socialismo en los años veinte y treinta, y muy especialmente en El Socialista. Hoy queremos saber su opinión sobre la viabilidad del socialismo, a través de una columna suya del mes de enero de 1925 en el periódico socialista.

 

Al socialismo se le acusaba de ser utópico. Los socialistas eran unos soñadores que perseguían un imposible. Los socialistas violarían una ley económica fundamental que era privar al hombre del estímulo del ahorro, que era lo que hacía progresar al mundo. Si el socialismo se implantara nadie trabajaría porque faltaría el estímulo para hacerlo.

La piedra angular de la economía era la propiedad, junto con la herencia, y eso sería el estímulo para trabajar, y que no era otro que para enriquecer a los hijos.

Mencos se preguntaba si no tendrían razón los que afirmaban todo esto.

Pero en la sociedad burguesa los propietarios y que aspiraban a enriquecer a sus hijos no eran los obreros de las fábricas y talleres, que ganaban un jornal que a duras penas les permitía atender a sus necesidades básicas. Tampoco lo eran los obreros del campo, ni tan siquiera los arrendatarios de fincas porque apenas sacaban para comer. Tampoco lo eran los empleados de todo tipo que cobraban un sueldo mensual. Nadie podía ahorrar ni hacer fortuna con su sueldo, ni los más altos funcionarios, se permitía Mencos. Tampoco podían los profesionales liberales, aunque pudieran darse algunos casos, pero eran una minoría. Los únicos que se podían hacer ricos eran los industriales y comerciantes y, por consiguiente, dejar esa riqueza a los hijos. Así pues, la mayoría de los que trabajaban lo hacían para ganarse el pan y no para enriquecer a sus hijos. Eran los que no trabajaban los que se enriquecían, los rentistas, los poseedores de acciones de Sociedades Anónimas, los propietarios de fincas, etc.

Si se estableciera el socialismo de Estado, y nacionalizadas las tierras y las fábricas todo ciudadano se convertiría en un obrero del Estado sujeto a un sueldo o jornal invariable cualquiera fuera el trabajo que realizara. Así todo estímulo desaparecería y los vicios que adolecían en las oficinas públicas se harían extensivos a la industria y la agricultura. En una palabra, no se había logrado más que sustituir a todos los patronos por uno solo, es decir, el Estado (¿estaba hablando del comunismo soviético?).

Pero para nuestro autor ese socialismo no era viable, ni debían quererlo los que amaban la libertad. Nada se lograría cambiando de amo, y se saldría perdiendo. Ese no era el socialismo que Mencos quería.

No se trataba de anular al propietario ni al patrono, no en lo que tenía de director de la industria, pero sí en lo que tenía de capitalista, además de aumentar los beneficios para el obrero, con lo indebidamente cobrado por ellos (¿estaría hablando de la plusvalía?).

El procedimiento para implantar este socialismo pasaba por la socialización de tierras, minas y fábricas, y por sustituir el comercio por la cooperativa de consumo.

Eran necesarios directores de fábrica, pero podían serlo técnicos porque obreros eran. Se preguntaba por qué había que confiar la gestión a personas distintas de las que trabajaban. Además, para Mencos el concepto de obrero era amplio, no sólo se trataba del trabajador manual, sino de todo el que trabajaba, desde el peón hasta el ingeniero o el “tenedor de libros”.

Por eso, se dirigía a los trabajadores para que no se dejaran engañar por los “sofismas” de la burguesía, porque el socialismo que defendía sí era viable. Hemos trabajado con el número 4978 de El Socialista, del día 20 de enero de 1925. Sobre Mencos podemos acudir a la Hemeroteca de El Obrero.

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