Observaciones de Largo Caballero sobre el socialismo en 1924
En el contexto de la primera vez que el laborismo llegó al poder en el Reino Unido, y de la victoria también de la socialdemocracia danesa, Francisco Largo Caballero publicó un artículo en el Heraldo de Madrid, luego reproducido en El Socialista, donde plasmó unas observaciones sobre el socialismo en ese momento histórico. Estaríamos en el año 1924.
Precisamente, por esos hechos mencionados, Largo Caballero afirmaba que la opinión se iba convenciendo de que el socialismo era algo tangible y no una fantasía de ilusos. Por esa idea equivocada que se tenía del socialismo muchos habían considerado innecesario su estudio y de ahí la confusión generada con teorías y hechos que, en realidad no eran socialistas, sino su antítesis.
Largo no pretendía definir lo que era el socialismo, en un ejercicio de modestia, pero sí quería enfrentarse con una serie de errores que se cometían sobre el mismo. El socialismo sería revolucionario en el verdadero sentido de la palabra, ya que, tenía por objeto establecer un nuevo régimen de propiedad, el colectivo frente al individual, que no era inmutable. Los medios para llegar a su objetivo no dependerían nunca de su voluntad sino del ambiente político y social en que actuase, es decir, estaría haciendo, a nuestro entender, una interpretación marxista sobre las condiciones del momento o de las contradicciones del mismo.
El socialismo no era que el obrero afirmase cada día más su personalidad individual y colectiva, ni que obtuviera una jornada más humana, ni un salario más elevado, ni que viviese en una mejor casa o consiguiese tener seguro de paro y vejez. No era eso, sino ir preparándose el camino para llegar al mismo. El socialismo sería un método que tendía a impedir que el bienestar de unos cuantos tuviera como base la miseria de los más, es decir, que iba directamente hacia el establecimiento de la igualdad. Y aquí estaba el primer gran equívoco, porque los enemigos del socialismo pretendían hacer creer que buscaba la igualdad absoluta, pero no era así, sino la igualdad en el punto de partida, es decir, que todo el mundo tuviera las mimas condiciones económicas para desarrollar sus posibilidades intelectuales, físicas y “morales”, como hoy diríamos, la igualdad de oportunidades.
Si eso era el socialismo no se podía decir que fuera contrario al progreso productivo, por lo que no defendía la “huelga de brazos caídos” porque era un arma que terminaba por perjudicar a quienes la esgrimían. Tampoco desarrollaba un rencor ni desconsideración hacia las capacidades superiores. Todo lo contrario, las defendía si se dedicaban sinceramente a trabajar en beneficio de la Humanidad.
El socialismo no transigía con el dogmatismo extremista, y siempre lo habría combatido. Por eso no estaría conforme con la dictadura fuera del color que fuese porque por muy buenos deseos que tuvieran los que la ejercían constituía una paralización de la acción de los factores económicos, intelectuales y morales de una sociedad, los cuales en democracia contribuían a la evolución progresiva del Estado.
Hemos trabajado con el número 4850 de El Socialista, del día 23 de agosto de 1924.
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